sábado, agosto 19, 2006

"¿Cuánto hay en 21 gramos?"


No me acuerdo bien cuando fue la primera vez que la vi. Sí me acuerdo claramente de estar sentada en la punta del sillón (en sus marcas, listos...) con la cabeza ladeada y una ceja levantada, con la mirada fija en una pantalla que me parecía caótica, hasta que pasó media hora y por fin la película empezó a "hacerme sentido".
Las historias nacen con el único sentido de ser contadas. No creo que exista una historia sin que alguien la cuente y otro que la escuche. Por eso también, siempre he creído que ese poder absoluto que se le daba a la televisión de hipnotizar y "comerse" las cabezas de los zombies inertes que se cosifican frente a este monstruo omnipotente, no es tal: las historias pasan por uno, en uno, se digieren, se entienden, se viven, se completan y se recrean desde uno.
"El papel activo del público es necesario para poder armar la historia completa": Este es un caso extremo, es verdad.
Miles de fragmentos de tiempos, fragmentos de personas que se conectan de maneras zigzagueantes que bombardean de preguntas, de respuestas que no calzan. Todo para dejarnos con la cabeza ladeada y una ceja levantada, inventando razones, inventando motivos y secuencias que se van cayendo de a una, hasta que por fin, todos esos espacios vacíos de saltos acrobáticos y caídas estruendosas, se llenan con un pedazo de historia que no estaba al principio, ni al medio, ni al final, sino en algún lado entre todo eso. Una historia que mira a Aristóteles y le saca la lengua a sus secuencias dramáticas y a sus inicios, clímax y finales, no es porque de verdad crea que los que estamos ahí nos tragamos lo que vemos hasta convertirnos en obesos e inertes succionadores de lo que otros nos quieran decir o mostrar.
Sí, es verdad. Pasa así también con Internet. Tenemos un papel activo: nosotros clickeamos, buscamos, googleamos, navegamos, vamos completando historias, creando otras historias entre saltos. Así como con 21 gramos. Miles de saltos, tratar de completar la información, tratar de asegurarse de qué es lo que hay que sentir, qué es lo que hay que entender.
No me gustan los finales elegidos, como de esos libros del colegio en los que si querías que los super protagonistas pasaran por el pantano lleno de cocodrilos, pirañas, medusas venenosas y otros bichos por el estilo, tenías que saltar a la página 40. Y la primera vez, esta película me sonó a eso, a "cada uno invente como quiere que termine esto".
Sin embargo, iba más allá, mucho más allá. No sólo porque cada uno de esos cortes irrespetuosos y escandalosos inevitablemente obligaban a tratar de hilar y crear en la mente una historia que con todos los elementos que entraban, salían, se retorcían, se reían de nosotros y después lloraban más que nosotros en la pantalla, tuviera algo de sentido y lógica. No sólo porque además, no hay finales inconclusos, sino una mano que empuja para sumergirse en una historia con principio y final, pero contada de una forma que no obedece líneas ni tiempos. Sino porque cada uno elige qué importancia le da a cada uno de estos pedazos de verdad incompleta – si es que algo así existe- porque no hay una escena más importante que otra. Todas parecieran ser inicio, clímax y final en sí mismas y todas influyen, afectan y alteran innegablemente a los otros pedazos sueltos – pero no tan sueltos- de la historia.
Para mí, el final. El último final: ¿Qué hay en 21 gramos?. ¿Cuánto se pierde, cuánto se gana en 21 gramos?. Porque la vida es un poco así. Aunque no lo parezca, no siempre es lineal y las causas y los efectos a veces se cambian de rol, sólo por el afán de dejarnos con la cabeza ladeada y una ceja levantada.

martes, agosto 08, 2006

---- Inauguración ---

"Es tan egocéntrico y muppet tener un blog"
"¿Para qué quieres que la mitad de Chile vea tus fotos y más encima, opine?!"

... No es una traición a mis principios... es querer pasar el ramo.

Los espacios virtuales, las bitácoras virtuales, los albúmes de fotos virtuales, las amistades virtuales, los pololeos virtuales, las conversaciones virtuales... tu pequeña vida virtual.
Eficiencia, rapidez, "inmediatez". Es tanto más fácil apretar enter y mandar un mail diciendo cosas que no van a ser dichas a la cara por cobardía, por falta de tiempo o por falta de ganas. Nunca he tenido visión de futuro : no creía en internet, no creía en los celulares y nunca creí en los dvd. Supongamos que esta pataleta antiblog también se debe a mi falta de olfato, y no a darme cuenta que me he vuelto más ratona: una ratona virtual.
Esta foto: los días en que no posamos, y que la "globalidad" no eran clicks ni navegaciones en "barcos" minúsculos. Era mirar al frente, al lado, atrás y realmente ver (no en páginas, no en viajes virtuales) y sentir que el mundo es ancho, pero no ajeno.
Tengo una amiga que tiene un blog secreto. Sólo lo leen los que no la conocen. Curiosa manera de revivir el "tienes un e-mail". Esa es su excusa. La mía, narración interactiva.
Queda pues, inaugurado.