domingo, septiembre 30, 2007

And I´ll Cry If I Want To 2.0

Colapsé. No como colapso siempre. O tal vez sí, igual que como colapso siempre. Vino de más, vino de menos. De más, sin duda. O también, tal vez.
Eran cerca de las tres de la tarde, y colapsé. "Aquí a los violadores les dan privilegios", dijo uno de los presos. Uno que no sé cómo se llama. Uno que tal vez nunca sepa cómo se llama.
A la salida, un hombre desdentado, oscuro, a medio terminar, me da la mano y un beso. "Él es violador", me repite el N.N., y yo, simplemente, colapsé.
Me acordé de todo lo que no me quería acordar. Sentí todo lo que no quería volver a sentir. Tanta rabia. Tanta, tanta rabia.
Jamás hubiera elegido la cárcel para ser voluntaria. Y, sin que nadie me obligara, ahí estoy. Y cada sábado es el mismo tema: ¿Se habrá muerto aquí?. Ojalá que sí. Y todo lo "católica y su buena obra del mes", se van por el caño.
Y llegué a la casa de la Flaca sin querer mucho, sin que me importara mucho tampoco. Sólo colapsé y como nunca o como siempre, quise borrarme. Quise que cualquier otra cosa pareciera más importante. Que cualquier otro sucedáneo le robara el protagonismo a un fantasma hecho de años de callarlo a machetazos, casi, casi, de raíz.
Y Pedro me fue a buscar después de quién sabe cuántos intentos de ser cualquier otra persona, de pensar en cualquier otra cosa, de tratar de ser un poco peor de lo que soy para convencerme que también puedo ser mala, que la vida no me queda tan grande y que yo no sigo siendo tan chica. Pero no pude.
Llegó y lloré. Lloré por todo lo que no puedo decirle, por todo lo que no puedo decir. Lloré por todo lo que sí puedo decirle pero sale de mi boca como el mal chiste o la gran burla de lo que llevo. Lloré por todo lo que pesa no poder ser peor, pero tener tantas ganas de serlo.
Lloré porque al final, si soy un poco peor, pero no como me gustaría.

miércoles, septiembre 12, 2007

Y ahora ....


Que quiero escribir, he dicho mil veces. Pero no me sale tan fácil hacerlo. Cada vez que lo intento me frustro, me odio, me avergüenzo, para luego leerlo mil veces, corregirlo mil veces, deshacerlo y volverlo a hacer. Llego a encontrar que puede haber ritmo, que algo se puede rescatar y me perdono y me palmoteo la espalda pensando que la próxima vez, lo podré hacer mejor.
Saber a qué dedicarle mi vida. Saber en qué gastarme la vida. Qué hacer de mi, qué hacer conmigo. Escribir. Ser cualquier cosa. Y no sé nada además que las probabilidades apuntan a que me tendré que dedicar a lo venga.

Nunca he sido buena para elegir. Nunca me ha gustado tomar decisiones porque exactamente ( y lo digo en base a un estudio empírico) la totalidad de las veces, me equivoco. Menos con Pedro. Con él no me equivoqué. Pero a él tampoco lo decidí yo. Él se decidió por mi para mi.
La vida se me está haciendo cada vez más real y yo sigo sintiendo que estoy medio soñando. Yo sigo sintiendo que todo es medio en juego.

Siempre he sentido que el mundo es un lugar demasiado frío, demasiado poco acogedor y que me hiere. Siento que la vida me queda grande, que no sirvo para estar viva y, sin embargo, heme aquí.
Terminé la práctica sin aplausos ni grandes felicitaciones. No me las merecía aunque traté de dar siempre lo mejor de mí. O casi siempre. Pero se me cumplió un sueño. Un sueñito. Entrar por esa entrada de vidrio, sacando orgullosamente mi credencial propia (bien rápido para que no se leyera las grandes letras negras que decían que no establecía relación laboral).
Y la terminé y me he dedicado a dormir sólo porque no sé qué hacer ahora. Estoy perdida. No perdida, estancada.
Y qué más da. Ya no quiero pasarlo mal y no lo voy a pasar mal y no voy a trabajar en cualquier lado (leru leru a todos). No, porque no quiero y con eso me basta.
De a dónde salió la chorita ….